lunes, 1 de abril de 2019

ALDABAS



LAS ALDABAS O LLAMADORES

Cuando visitamos los cascos antiguos de los pueblos o ciudades podemos ver elementos colocados en las puertas de entrada, piezas articuladas de hierro forjado, bronce o latón,  que se colocaban en el exterior de las puertas, conocidos con el nombre de ALDABA O ALDABON, y servía para llamar golpeando con ella, también conocido por LLAMADOR.



La aldaba ha estado presente, y aún se conserva en las puertas viejas de madera de las viviendas. La destrucción de estas casas antiguas de adobe o tapial y con puertas de madera, y la construcción de nuevas viviendas de ladrillo, hormigón, y con puertas y ventanas de hierro o aluminio, ha hecho que las antiguas y variadas aldabas o llamadores se hayan sustituido por las nuevas tecnologías, timbres o telefonillos.








Se conservan todavía llamadores en algunas puertas, algunas restauradas, conservando  y respetando la original puerta de madera, dando continuidad a la supervivencia del patrimonio histórico.









 


Antiguamente en casi todas las puertas de arquitectura rural y tradicional no faltaba aldaba lo mismo que la cerradura, la manija, el cerrojo e incluso la mirilla o la gatera. Cada parte o elemento tenía su función. Muchas de  ellas se han perdió con el paso del tiempo.
Algunas arrancadas de las puertas al destruir las casas y abandonadas después, por desconocer su valor histórico o tradicional.







































En la actualidad, se instalan algunos en casas, pero como elemento decorativo, siempre al lado de los nuevos instrumentos de los que nos servimos para llamar, pero no tenemos que olvidarnos de ellos, pues fueron muchas veces las que los utilizamos para acercarnos a la casa de algún amigo o familiar.



Con este estudio monográfico sobre las aldabas, quiero hacer ver a las generaciones futuras y nuestros jóvenes que son piezas en proceso de extinción o desaparición, incluso en nuestro pueblo. En parte es porque van desapareciendo, o no se utilizan, las puertas de madera en las que se apoyaban o colocaban. Porque las nuevas tecnologías están sustituyendo estos objetos, y queremos que sirva, no solo para conocimiento, al menos para el recuerdo y la memoria de todos los que vivieron en el pasado, cuando todavía se llamaba utilizando las ALDABAS O LLAMADORES. 








Su origen se remonta a la Antigüedad (restos encontrados en Pompeya), su origen e implantación en España se debe a los árabes, posteriormente se siguieron utilizando, siendo muy abundantes en la Edad Media, en el siglo XIII cuando comienzan a tener más importancia artística. A partir de ese momento y en especial siglo XIV, Renacimiento, es cuando comienzan a generalizarse en casas palacios, catedrales e iglesias, y paulatinamente, la decoración y las formas diversas se imponen, dotando a este elemento no solo de función práctica sino también ornamental.


En el pasado la aldaba, además de ser pieza inseparable de los portillos, marcaban también las grandes puertas de entrada de ciertas casas de insignes nobles y constitución un símbolo de distinción y de poder económico de los habitantes de las casas donde se encontraban, y de ahí el Antiguo refrán “a tal casa, tal aldaba”. Así mismo  el proverbio “ tener buenas aldabas”, significaba que esa familia contaba con el respaldo de amistades cuya influencia les podían aportar distintos privilegios.













En los siglos XIV y XV los había bañados en oro, con talles de plata, con incrustaciones de piedras preciosas o repujados, de los que hoy, como puede advertirse, no queda ninguno expuesto a la cacería de los transeúntes. 





En los pueblos islámicos llegaron a colocarse dos aldabas en las puertas de las viviendas, una a la derecha para los hombres y otra a la izquierda para las mujeres. La de los hombres tenía forma fálica y la de las mujeres forma redonda, y además, una y otra tenían sonido diferente. La de los hombres con sonido más grave y la de las mujeres más  agudo. Así, en función de quien llamara y como sonase, salía a abrir un hombre o una mujer.



Los modelos más arcaicos consistían en martillitos suspendidos de las puertas, aunque la forma más típica lo formaba una argolla que pendía de una cabeza humana, animalística o quimérica. Primando entre las distintas variantes la cabeza de león.















Otra muy peculiar es la que tiene forma de “U”, con las puntas hacia arriba. Una creencia que como con las herraduras, suponía que acompañaba la suerte y diera protección al hogar.















Hay llamadores con forma fálica, forma de miembro viril. Estos objetos con forma fálica, se utilizaban tradicionalmente como símbolo de fertilidad, se hacían así para atraer la fecundidad, lograr que en esa casa no faltasen los descendientes y asegurarse así de que había un heredero para la fortuna familiar.


Otra forma típica era la de argolla en las puertas de las iglesias eran un signo de asilo que se requería asiéndose de dicha anilla. 





El simbolismo más hospitalario es el de aldaba con forma de mano, muy frecuente. Es una mano de rasgos finos, con anillo o sin él, que sostiene lánguidamente un fruto, como si fuese a dejarlo caer en la mano que se dispone a llamar a la puerta. La simplificación de esta aldaba convirtió al fruto en una sencilla esfera. La mano metálica parece por tanto una mano amable, que avisa de la actitud acogedora de los moradores de la casa.




Porque estas aldabas con forma de mano tienen algunas veces anillo o no, o porque se pone en un dedo o en otro, según la tradición, cuando se hacia la casa y se ponía un anillo en el dedo corazón, era porque había una joven en edad casadera, o si se ponía en el anular hijas ya casadas.


















Esta aldaba o llamador también hay que unirlo al simbolismo dela cultura popular árabe, tratándose de la mano de FATIMA O JAMSA. Se cuenta que estando Fátima (hija del profeta Muhammad) en su casa preparando la cena para su marido Alí,  llego este con su segunda mujer inesperadamente Fátima se sorprendió tanto, que dejo caer la mano en una olla de aceite hirviendo. Como consecuencia quedo lisiada de por vida y su padre escogió el símbolo de su mano para inmortalizar aquel suceso. 







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